Antes de la guerra
La
conquista de América a finales del siglo XV y principios del XVI, fue el inicio
de una nueva era histórica mundial, Europa conoció el nuevo mundo y América
recibió a los europeos llegados desde España con su cultura, su idioma, su
religión y sus enfermedades[1].
Tras
su llegada el gran impacto se tradujo en gran cantidad de fenómenos sociales
que irían creando una sociedad jerárquicamente dividida en castas, y una
cultura permeada por diferentes estructuras de pensamiento, un sincretismo
entre lo indígena, lo afro y blanco, condicionado también por el territorio
donde se asentaron.
La
cultura no homogénea se desarrolló en gran medida en los centros regionales de
poder; el desarrollo político local permitía mayores oportunidades, mejor
posición económica y mayor desarrollo social y cultural a sus pobladores, claro
está, determinado por las jerarquías dadas por la estructura de castas.
La
fundación de una población colonial se determinaba por lo general por su
cercanía con la población indígena, para imponer un control cultural, social,
político y económico. La importancia de una ciudad u otra se estipulaba por su
situación geográfica, en este sentido en su fáciles o difíciles vías de
comunicación terrestre o fluvial, esto se traduce en que buenas vías de
comunicación y un buen acceso a las regiones, determina su crecimiento
económico y el interés que preste la metrópoli hacia estas poblaciones.
El
imperio español se basaba en dos sistemas legales en el nuevo mundo: el primero
la república de indios, lograda tras un gran debate filosófico impulsado por el
Fray Bartolomé De las Casas, donde se les daba la característica de súbditos
aunque en un nivel más subordinado a los indígenas; la otra la república de
españoles con sus respectivos tratamientos de nobleza y su derecho a
reclamaciones. Este sistema social impuesto logro sus objetivos en un primer
instante, pero no logró imponerse como tal, principalmente por el fenómeno del
mestizaje que convierte a la sociedad de las “Indias” en una sociedad
multirracial, por lo que el pacto social tuvo que cambiar sus perspectivas.
1810
marca para el Nuevo Reino de Granada el inicio del fin de la dependencia
colonial[2] y a
su vez el comienzo del difícil camino de la conformación de la identidad
republicana[3].
Pero este proceso tiene clara y principalmente, diferenciaciones regionales y
siendo más específicos locales, que determinan de acuerdo a sus circunstancias
y contextos particulares la actitud y la causa a la cual se adhieren[4]: sin
caer en determinismos podríamos decir que solo se tenía dos opciones: Realistas
o patriotas[5].
Las
guerras emancipadoras Latinoamericanas son, en gran medida, causadas por la
situación sociopolítica Española y Europea, claro sin olvidar los problemas propios
de las colonias[6]
y los movimientos proto – independentistas que iniciaron la politización y el
desarrollo de un nuevo ambiente en la América Española desde el siglo XVIII.
Javier
Ocampo López nos explica:
“Existe
una relación del movimiento revolucionario de Colombia en un conjunto histórico
tanto con la revolución de independencia Americana, como dentro de aquel
proceso universal que se proyecta en las revoluciones de Norteamérica y Francia, Bélgica, Suiza y Holanda en el
siglo XVIII; con la revolución latinoamericana en el siglo XIX y con la
asiática y africana del siglo XX, con ajustes revolucionarios dentro de lo
social y económico que aún se ciernen en diversas áreas del mundo.
La
serie de las fuerzas históricas que durante varios años se fueron
intensificando con miras a un cambio profundo, confluyeron en la coyuntura
revolucionaria de la segunda mitad del siglo XIX para transformar radicalmente
la faz de la sociedad occidental”[7]
La
radicalización a finales del siglo XVIII de las reformas Borbónicas con los
llamados tecnócratas como Gutiérrez de Peñeres en el Virreinato de la Nueva
Granada, impulsa un movimiento insurreccional con consecuencias no instantáneas
más bien a posteriori, nos demuestra también la decadencia del absolutismo
Español, que no encontraba otra salida que incrementar el yugo sobre sus
vasallos para librar la crisis. Esto, conjugado
con La revolución francesa, y la
coronación como emperador a Napoleón Bonaparte impulsó y facilitó la invasión a
España y la posterior perdida de sus territorios coloniales más importantes.
Sabemos
que el interés de Napoleón o eso decía, era neutralizar a Portugal para
facilitar la guerra que llevaba contra toda Europa, sobre todo contra
Inglaterra, para ponernos en el contexto Histórico de la situación que sufría
La España Imperial en su decadencia podemos decir que ante la disputa de poder
entre el Rey Fernando VII y su padre Carlos IV quien quería de vuelta la corona[8],
Napoleón cita a Fernando en Bayona donde lo obliga a abdicar a favor de su
padre, quien previamente había cedido la corona a Napoleón, este la pone en
manos de su hermano José Bonaparte. A raíz del encarcelamiento del rey en
Bayona el pueblo español se resiste a la idea de jurar fidelidad a un
“aparecido”. Por toda la península se desatan juntas populares que juran
fidelidad al Rey caído en la desgracia, se institucionalizan las juntas
supremas de Aranjuez, de Regencia y la de Cádiz que promulgan respetando los
derechos del Rey Fernando VII, una constitución liberal para atraer a todos los
sectores de la sociedad española incluidas las colonias a la resistencia frente
al dominio de Napoleón.
La
crisis de la monarquía Española crea en la América Hispana un vació de poder,
es decir que no existió, de 1808 a 1814, soberano legitimo en España, la
ilegitimidad del monarca apodado sarcásticamente como “Pepe Botellas” al ser impuesto por su hermano Napoleón, crea
un trono acéfalo. Esta situación desata en las posesiones coloniales Españolas,
Juntas de Gobierno en similitud con las creadas en el imperio en crisis; En su
origen es una reacción de los pobladores contra los actos y los acontecimientos
que ocurrieron en la metrópoli, pero el devenir histórico va creando en estas
Juntas, diferentes matices, unas serán de corte realista, fieles irascibles del
monarca, y las otras serán seguidoras de las Juntas instauradas en la
península, con tendencia autonomista y partidaria de los gobiernos
provisionales hasta cuando el monarca salga de su desgracia. En este proceso
las Juntas Autonomistas Americanas, formulan la independencia como la
liberación ante las amenazas que la metrópoli infringía a los intereses
locales.
Para
los criollos los territorios de las Indias eran parte del imperio español y por
tal motivo se consideraban así mismo como españoles y no como una colonia, se
sentían con el derecho y el deber de exigir los mismos privilegios de los que
gozaban los territorios y gentes allende el mar; al no ser reconocidas sus
reclamaciones y al no tener una real participación y representación de sus
intereses en la toma de decisiones en las Juntas Supremas, las perspectivas
empiezan a cambiar en busca de la total independencia.
La crisis del sistema colonial europeo y
sobretodo el totalitarismo Borbón desata una aberración a la sociedad dominante,
que modifican las ideas y crean condiciones para pensar nuevas instituciones
para la formación de una nueva sociedad; la revolución de occidente, está
relacionada con el impacto de la revolución industrial y comercial que
determinan el ascenso y la búsqueda de poder de un nuevo sector de la sociedad
como es la burguesía. Las llamadas
revoluciones burguesas[9],
tienen su andamiaje ideológico en el iluminismo, que es utilizado por los
criollos americanos como ideología de acción[10]
contra la metrópoli, la llamada de la revolución Francesa a la libertad,
Igualdad y Fraternidad, hace un gran eco en los corazones y las cabezas de los
americanos criollos.
El siglo XIX se abre con la llamada “era del
criollismo”[11],
que aleccionando nuevas corrientes filosóficas, protesta y se resiste ante el
absolutismo ciego y confiado de los últimos Borbones en América. Las
Constituciones creadas por otras repúblicas se van expandiendo de tímidos
murmullos a movimientos incontrolables; la idea de democracia al servicio del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo, contagia y hace soñar con el fin de los
barrotes y las cadenas; los movimientos de descontento que surgieron a finales
del siglo XVIII en distintas partes de América como: La conspiración del Cuzco,
los Comuneros del Socorro en La Nueva Granada, Los Comuneros de Mérida
Venezuela; El alzamiento de Tupac Amaru en el Perú, la intentona de república
de don Juan Bautista Picornell; la proclamación de independencia de Gual y
España, también en Venezuela. A ello se les agrega las andanzas de Francisco de
Miranda, buscando apoyo en las potencias Europeas y Norteamérica para la
emancipación de las colonias españolas; la traducción y publicación por Antonio
Nariño de los derechos del Hombre, reflejaban un ambiente de inconformidad con
el “mal Gobierno”, estas manifestaciones fueron duramente reprimidas es verdad,
pero abonaron y sembraron el terreno con la semilla de la resistencia y
revolución, Revolución procurada principalmente ante la ruptura de un
paradigma, de un sistema, de un monopolio de almas y de ideas, de una verdad
considerada absoluta, y de unas instituciones monárquicas legitimadas por esta
verdad.
¿Pasto sabia de estos acontecimientos?,
creemos que no, en nuestra interpretación su fatalidad geográfica no le
permitió; sabemos que por el desmedido cobro de impuestos intuía una grave
crisis económica en la metrópoli, pero confiaba ciegamente en las autoridades
reales; la correspondencia Real le informaba sobre los peligros de Napoleón y
de la revolución Francesa[12],
y se hacían proclamas y colectas públicas para apoyar a la Corona contra el
Ataque del “demonio Francés”. Se ignoraba la gesta revolucionaria y, sin
embargo, en sus territorios se da la primera batalla de la independencia contra
las fuerzas de la Junta Suprema de Quito. Cuando la ciudad y la provincia se
preguntaron qué pasaba ya estaba invadida y sitiada por las fuerzas y movimientos
que marcaron su historia por los próximos 16 años y dejaron a su paso un
trastorno violento y una mancha de desconfianza y temor ante los habitantes
posteriores de esta ciudad.
La ciudad
La
Ilustre Ciudad, Justicia y regimiento de San Juan de Pasto, fue fundada en 1537[13], en
lo que hoy se conoce como Yacuanquer, dado principalmente a la gran cantidad de
indígenas que habitaban estas agrestes tierras. Las arremetidas indígenas
fueron tan fuertes que se decidió abandonarla y refundarla en las faldas del
Volcán conocido ancestralmente como Urcunina[14], hoy
llamado Galeras. La ciudad de Pasto se sitúa en los Andes del sur de Colombia,
son una extensión geográfica de la Sierra Ecuatoriana[15], se
conoce como el nudo de los Pastos; en este sector se impone el Valle de Atriz,
donde se edificó la ciudad respetando la tradición arquitectónica Hispana.
La
ciudad tenía jurisdicción a gran escala desde el río Mayo al norte del actual
departamento de Nariño, en la provincia de Imbabura actual provincia del
Ecuador al sur, al Este hasta Mocoa, actual capital del departamento del
Putumayo y por último la región Pacífica al Sur - occidente. Pero
específicamente se dividía en tres ayuntamientos.
1.
El Ayuntamiento de San Juan
de Pasto: tenía jurisdicción al norte hasta el río Mayo, al sur hasta el río
Guaitara y por el este hasta Mocoa.
2.
El Ayuntamiento de
Barbacoas: Tenía jurisdicción sobre el río Patía y los pueblos mineros del
Pacifico, incluyendo Tumaco.
3.
El ayuntamiento de
Túquerres: que es la llamada provincia de los Pastos[16],
desde el río Guaitara hasta la actual provincia de Imbabura.
Para los albores del siglo XVIII, San Juan de
Pasto, era considerada una ciudad de paso. Esta comunicaba dos centros muy
importantes de gobierno, Quito y Popayán, además en sus alrededores se situaban
30 pueblos de indios de los que dependía para su subsistencia, son: Jongovito,
Obonuco, Catambuco, Botanilla, Gualmatán, Laguna, Buesaquillo, Pejendino,
Mocondino, Jamondino, Males, Canchala, Puerres, Aranda, Tescual, Pandiaco,
Anganoy, Chapal, Genoy, Matituy, Monbuco, Matacunchuy, Tambo, Chachagüi,
Buesaco, Monte, Yacuanquer, Tangua, Funes y Sibundoy[17].
Estos pueblos de indios según la tradición pertenecieron ancestralmente al
imperio incaico, eran conformados por cuatro culturas precolombinas: Los
Pastos, los Quillasingas, los Abades y los Sindaguas, estos últimos según el
autor Luis Fernando Calero fueron el tapón del Imperio Incaico en la zona que
se conoce como alto Patía y posteriormente resistieron a la avanzada española e
hicieron de este territorio el más temido en la región por los conquistadores y
viajeros que creían que eran antropófagos, aunque también el preferido por
proscritos que aprovecharon el lugar para huir de las instituciones represivas
coloniales; es así como se formó en este territorio una población completamente
fuera de la ley compuesta principalmente por esclavos libertos, ladrones y
proscritos[18],
que se conoce como “el Castigo”, que además de ser una fuerte y agreste
frontera natural se convirtió en una fortaleza militar de los pastusos y de las
milicias del Patía.
Desde
su fundación Pasto tenía casi completa dependencia administrativa frente a sus
dos más cercanos centros de gobierno, que como ya dijimos son Popayán y Quito.
Las tres Ciudades tienen fechas cercanas de fundación pero su nivel de
desarrollo es diferente, esto se determina por su nivel socioeconómico, político
y espacial; Pasto para finales del siglo XIX era una ciudad estacionada en el
tiempo, monótona y aislada prácticamente de todo, en cambio Quito y Popayán
contaban con los puertos marítimos de Guayaquil y Buenaventura en el Pacifico,
enclaves económicos que se puede decir eran su ventana al mundo, claro que en
protagonismo político la ciudad de Popayán era la prima inter pares. Acerca de
esto Sergio Elías Ortiz escribe:
“Pasto era un poblado de tercer categoría
enclavado en un pliegue de los andes inmensos, “lejos de todo el mundo”
entregado a su propia suerte para bastarse y defenderse. Decimos de tercera
categoría porque por un destino geográfico implacable, solo alcanzó la cabecera
de distrito con su Cabildo ayuntamiento, justicia y regimiento, escudo de armas
y titulo de leal ciudad, mientras que las dos ciudades más cercanas a ella, Popayán
y Quito, habían alcanzado con igual edad y con los mismos fundadores y
pobladores la preeminencia como capital de gobernación la primera, y de
presidencia la segunda, y ambas la de sedes episcopales, con los organismos que
cada una de estas componía. Por esta fatalidad geográfica, mientras que en lo
administrativo dependía de Popayán y por lo tanto en lo político pertenecía al
virreinato de la Nueva Granada, en lo judicial dependía de la real audiencia de
Quito y para última instancia del Consejo de Indias”.[19]
Para
el año de 1809, Pasto tenia una de las poblaciones más grandes de la Nueva
Granada, conformada por 23.340 habitantes, de los cuales 12.300 eran indígenas,
7.700 eran montañeses *, 2.600 nobles y 740 que se dividían entre pardos y
otros[20].
Popayán siendo el centro de gobierno poseía 6.954 Habitantes, conformada por
3.000 mestizos, 1.280 mulatos, 1.359 esclavos, 354 indios y 1.018 nobles[21].
Aunque la población de las dos ciudades tiene una brecha grande según los
autores citados, Popayán poseía la sede de gobierno de la provincia, además era
sede de la Caja Real y de la Casa de la Moneda donde se acuñaba todo el oro que
producía toda la región, era sede del obispado desde 1547, y poseía un
seminario y una academia de estudios fundada en 1744. Pasto aspiraba a todos
los beneficios y prerrogativas de las que gozaba Popayán[22] y
siempre entró en conflicto y solicito audiencias con el poder colonial por esta
circunstancia.
Pasto
disfrutaba de una gran producción agrícola, en su comarca se producían papas,
cebada, trigo, maíz, así como ganados, azúcar, lo que la hacía de cierta manera
autosuficiente y al mismo tiempo la iba convirtiendo en una ciudad más cerrada,
la geografía también fue muy determinante en su vida social, su territorio tan accidentado
producía que fuera muy difícil y lento el desplazamiento de personas y bienes,
generando una región cada vez más cerrada, esto permitió que las noticias de la
Gobernación de Popayán o de la Presidencia de Quito, por lo general llegaran
muy tarde, y por lo tanto, perdían valor o veracidad[23].
Los Conflictos
Esta
tierra mansa y casi olvidada por todo el mundo, vivía su cotidianidad sin
inmutarse, pero de vez en cuando cayó en tremendas contradicciones, Julián Bastidas Urresty describe la vida de
la ciudad así:
“La vida social se fundamenta en ideales de
orden metafísico y se manifiesta en innumerables fiestas y ceremonias
religiosas. Él replique clave y angustioso de las campanas anuncia el amanecer
de todos los días, llama a misa a toda hora y recuerda a los fieles su
condición de mortales. Se puede decir que los frailes hacen de la ciudad un
convento, una especie de ciudad de Dios cerrada a cualquier intromisión
exterior, sin imaginar que las cosas pueden cambiar. El progreso se interpreta
como una injerencia peligrosa. Las iglesias permanecen colmadas de nobles y
plebeyos que van a confesase regularmente y a implorar la ayuda celestial.
Algunas mujeres llamadas beatas se visten con hábitos sin pertenecer a ninguna
comunidad religiosa. Dentro de este panorama, donde la autoridad se fundamenta
en el fanatismo religioso, frailes y obispos son los personajes destacados”.
Urresty
describe a Pasto como una ciudad sumisa, principalmente ante las autoridades
eclesiásticas y por ende ante el sistema colonial y el poder Imperial, pero
autores como Sergio Elías Ortiz[24],
Ramiro Pavón Díaz[25],
Gerardo León Guerrero[26] y
posteriormente Jairo Gutiérrez[27], nos
plantean argumentos para encontrar una politización y un profundo descontento
social de todos los sectores de la sociedad colonial pastusa, sobre todo en lo
que tiene que ver con las consecuencias de las reformas borbónicas que desatan directa
o indirectamente lo que actualmente conocemos como movimientos proto -
independentistas.
Al
mismo tiempo que se daban las revueltas en el socorro con el movimiento de los
comuneros[28],
Los pastusos en su mayoría población indígena apaleaban y mataban a pedradas al
comisionado oficial de Gutiérrez de Piñeres[29],
José Ignacio Paredo[30] el
24 de junio de 1781, quien quería establecer en Pasto el estanco al
aguardiente. También es reconocido y hay tratados sobre ello, el asesinato de
los hermanos Clavijo en Túquerres el 20 de mayo de 1800, protagonizado también
la población indígena, principalmente por los gravámenes e impuesto a las
gallinas, las papas, los cuyes, el aguardiente etc.[31]. El
caso de Tumaco en 1802, donde después de las revueltas por la implantación del
impuesto del estanco, las autoridades coloniales fueron rezagadas y usurpadas[32].
Estas
pequeñas pero importantes insurrecciones contaron en particular con el silencio
cómplice de las autoridades del Cabildo de Pasto[33],
quienes demostraron en su momento no estar de acuerdo con los gravámenes
impuestos por la corona, claro que esto no soporta su actitud realista frente a
los movimientos emancipatorios, más bien demuestra, que la fachada impuesta por
la historia tradicional sobre Pasto está completamente deformada, en el sentido
de que su fanatismo por la corona y por las autoridades religiosas desde donde
explican su actitud realista no es completamente clara ni en el final de la
colonia, ni en el progreso de las guerras de independencia.
El
resistir frente a impuestos se considera un crimen contra la corona, el que la
provincia de Pasto o más bien parte de su población, resista a ellos, es ir
contra la monarquía, pero es sabido que tanto en el socorro como en las
insurrecciones de la región de Pasto, no es contra el Rey contra el que se
resiste, si no contra el mal gobierno[34], y
se apela al Rey y las autoridades coloniales para la solución de estos
conflictos. En Pasto se utilizaron las medidas de hecho contra los que
recaudaban los impuestos por creerse injustos y por pensar que el buen Rey no
sería capaz de agobiar a su pueblo con ellos, situación que en muchos sentidos es
real, principalmente cuando hablamos de la población indígena[35] que
en el “papel”[36],
gozaban de la defensa de sus derechos, pero que a la hora de ejercerlos,
chocaban con las autoridades coloniales que velaban por los intereses de castas
en sus distintos intereses económicos y siendo sus principales enemigos de sus
intereses de comunidad los criollos y no el Rey.
El
final del siglo XVIII y el comienzo del siglo XIX son para la ciudad de Pasto
dentro de siglos de dominio español, los tiempos más conflictivos en los que
haya vivido, era un preludio de lo que viviría después, esto no lo alejó de la
metrópoli, ni por un momento, su instinto lo llevaba a intentar crecer en el
sistema colonial.
Lo intentó de muchas maneras solicitando
principalmente los beneficios que tenían
sus dos ciudades hermanas, su economía como ya lo habíamos dicho Autárquica, se
esforzaba por cumplir lo solicitado por las autoridades coloniales.
La sociedad colonial Pastusa.
En
la decadencia de la colonia la ciudad de Pasto contaba con una autoridad
colonial muy fuerte y muy bien respetada a nivel local, el Cabildo estaba
compuesto exclusivamente por criollos de segunda generación; a diferencia de
sus dos ciudades rivales, los vecinos de la ciudad no podían soñar con mandar a
sus hijos, como era tradición y se consideraba obligación de la nobleza, a
educarse en España, y menos en una carrera militar; los más altos cargos
militares en la ciudad se daban a los personajes más ilustres y no pasaban de
capitán y de sargento mayor, con lo que se los distinguía para darles autoridad
de jefes[37].
El
distrito de Pasto a finales del siglo XVIII, Comprendía casi la misma región
que hoy integra el departamento de Nariño. El Cabildo estaba investido de
poderes equivalentes a una pequeña monarquía. Este se reunía para tratar y
conferir los asuntos tocantes al servicio de Dios y el rey de España, ejercían
sus funciones legislativas, ejecutivas, judiciales y electorales. Podemos decir
que su autonomía no solo se ejercía dentro del marco de la ley hispana de
municipalidad, sino que el determinismo geográfico, imposibilitaba la sujeción
directa a las imposiciones de los más cercanos centros de gobierno como
anotamos antes.
Su
situación geográfica, de la cual se explica su aislamiento, produjo en la
Ciudad dificultades infinitas en su progreso material y social; la dificultad
de llegar a la provincia también se vislumbraba en la imposibilidad de salir de
ella, lo que produjo en la gente un complejo de timidez traducido en sus
costumbres[38].
Las clases sociales estaban divididas en castas, los blancos de Castilla, los
cuales demostraban un orgullo desmedido por lo español, o por tener
vinculaciones estrechas y definidas con la sangre peninsular, demostraban un
profundo desprecio por los trabajos que se llamaban serviles, desprecio traído
directamente de la tradición de la nobleza española. De ahí le seguían los
blancos de la tierra o montañeses, gentes venidas a menos o ya mezcladas con
sangre plebeya que formaban una especie de término medio entre la nobleza y la
maza, estos ejercían trabajos sobretodo agrarios y, por último, en esta escala
social el pueblo, o sea la masa que desempeñaba los trabajos serviles dividida
en gremios, que eran los mercaderes, sastres, herreros, albañiles, canteros,
plateros, pintores, escultores, músicos, zapateros, fundidores, tejeros,
barberos, silleros, etc.; fuera de esto estaban los indígenas, reducidos en sus
resguardos, considerados como menores de edad; el concertado, indígena peón de
hacienda quien vivía en peores condiciones que su hermano de los resguardos y
el esclavo africano, o ya diluido en zambo o mulato.
Casi
todas las familias de la urbe pastusa eran parientes entre sí, principalmente
al no tener cómo emparentarse con sus vecinos debido también a la fatalidad geográfica, obligados
tanto por conservar su limpieza de sangre, como por motivos económicos; en este
sentido los intereses terratenientes primaban, los matrimonios se pactaban por
los padres desde el nacimiento de los hijos, a los cuales solo les quedaba
aceptar su destino en medio de las fincas que por el matrimonio unían sus
progenitores.
La
educación de los pastusos durante la colonia estuvo en manos del clero regular,
la Compañía de Jesús, los Jesuitas,
desgraciadamente, gracias a la expulsión de estos, la provincia se quedo según
Sergio Elías Ortiz, 24 años sin un centro de estudios[39]. Entre las estadísticas que él maneja se
menciona que dentro de una población de 23 mil habitantes solo 2000 de ellos
podían leer y escribir; la educación en
estos 24 años, continuó mediante la lectura de los clásicos: Cervantes, Santa
Teresa De Jesús, los dos Luises,
Quevedo, Lope de Vega, Calderón, y algunos más y como sabemos este privilegio
estaba reservado para los criollos y limpios de sangre, fiel a la tradición
hispana, estaban excluidos por ende los indígenas, mestizos y negros.
La
vida en Pasto era relativamente barata, el pan era abundante, con la industria
primitiva textil se suplía el problema del vestido; los bienes suntuosos eran
los buenos caballos y algunos muebles muy caros para ser transportados. Las
relaciones sociales se reducían a las castas y para ser más claro a la
parentela, pero, sin distinción, todos participaban de los regocijos públicos.
La
religión era el principal refugio de esta sociedad excluida, ya por la
fatalidad geográfica, ya por las mismas autoridades coloniales. Los intereses
de la religión y de la monarquía eran bien cuidados por los pastusos, sobretodo
en la celebraciones públicas, las fiestas religiosas eran una excusa para que
el pueblo se convoque a las calles y paralelamente a las ceremonias
eclesiásticas se desate la algarabía.
Los
matrimonios de los príncipes y las coronaciones de los reyes se celebraban con
la mayor pomposidad: se paseaba por las calles el estandarte real y se halagaba
al rey lejano con gritos y consignas en su nombre. Los que más disfrutaban de
las estos eventos públicos eran los indígenas que después de cumplir sus
labores[40],
aprovechaban su visita a la ciudad para vender o intercambiar sus productos y
posteriormente se convertían en el alma de la fiesta[41].
Se desahogaban con permiso de la municipalidad en el alcohol donde gastaban,
por lo general, el poco dinero que conseguían, como se dice vulgarmente “en
echar la casa por la ventana”.
Los Indígenas de Pasto
La
situación Indígena en Pasto no es distinta a la de toda la colonia, las
reformas legislativas creadas para su protección por el imperio español, no
lograron sus objetivos, principalmente porque las autoridades que tenían que
velar por su cumplimiento, caían por lo general en conflicto de intereses.
Luis
Eduardo Calero, escritor pionero en el estudio de las comunidades Indígenas en
el sur del país, explicándonos las contradicciones entre la ley de protección
indígena y su operatividad nos dice:
“Las mejores intenciones por parte de la
corona y los inspectores reales generalmente cedieron a las exigencias de
españoles locales que dependían de los indios para su subsistencia. Podría
decirse que los decretos reales y las visitas lograron prevenir el colapso
total, más que causar un cambio drástico en las condiciones. Mientras que los
colonizadores españoles pudieran salirse con la suya haciendo caso omiso de la
legislación, no mostraban escrúpulo alguno en continuar buscando beneficios
económicos a costa de los nativos[42].
El
pago del tributo por parte de los indígenas sé hacia de varias maneras, la mano
de obra se suministraba a los españoles en forma de mita[43], los
indígenas tenían que pagar en mano de obra el tributo; para esto se disponía de
la quinta parte de la población mayor de 18 años y menor de 50. El tributo
material se pagaba con cuatro artículos: el dinero en efectivo (oro),
Chaquiras, cobijas de algodón y animales en su mayoría aves (pollos). El
trabajo llamado voluntario era otra de las formas de pagar tributo, cuando no
se podía pagar de forma material, pero este sistema se terminaba convirtiendo
en otra forma de trabajo forzado.
La
encomienda fue mermando su poder a lo largo del siglo XVII en la Nueva Granada,
pero en Pasto perduró casi hasta finales del siglo XVIII, en Pasto se situaban
alrededor de 32 encomiendas, distribuidas entre la población Europea que se
situaba en el Valle De Atriz. En un principio las encomiendas no pagaban
impuestos, pero a medida que la legislación se fue fortaleciendo y la necesidad
de España por tener un mejor control sobre sus riquezas en las colonias, se
instauraron impuestos que se fueron incrementando hasta hacer inviables las
encomiendas.
A
finales del siglo XVIII la los indígenas de Pasto se veían desprotegidos por
los excesivos impuestos que agobiaban sus hombros, Jairo Gutiérrez tiene una
interpretación interesante, sobretodo basado en los documentos que demuestran
sus formas por evadir el tributo y la recuperación de sus tierras, las redes de
solidaridad que se tejen y que posteriormente en las guerras de independencia
se mantienen, actúan como comunidad para defenderse, inclusive desde los
argumentos legales hasta las medidas de hecho para que sean reconocidos sus
derechos, aunque también para librarse de sus deberes, a raíz de esto Escribe:
“Lo
más interesante del proceso es el entre cruzamiento de actores, y sobre todo la
emergencia de un sector dirigente indígena capaz de planificar, desarrollar y
defender un proyecto económico político, la recuperación de las tierras que se
consideraban usurpadas”[44]
El
nombrar las prácticas políticas indígenas dirigidas hacia el bienestar
económico de la comunidad, mostrando un modelo de organización, resalta el
papel de estas comunidades en el devenir histórico, en pocas palabras su
actitud a futuro.
El comportamiento de los indios de Pasto en defensa
de sus resguardos no fue diferente del de sus homólogos de cualquier otra
provincia colonial hispanoamericana. De hecho, durante el siglo XVIII, y frente
a la amenaza inminente de las agregaciones de pueblos y los remates de las
tierras “sobrantes” de los resguardos suprimidos, impulsados por el reformismo
Borbónico, los indios desarrollaron, a su vez, un proceso de defensa y
reconstitución de las tierras comunales mediante el recurso de legalizar sus
“títulos” ante las autoridades coloniales.
En síntesis
aunque era un proceso que ya se había desarrollado en otras comunidades
indígenas hispanoamericanas, en el contexto histórico de la provincia de los
Pastos es novedoso, e inspiro antes de la guerra, la creación de una
organización anti expropiación y también anti tributaria, digo anti tributaria
porque la forma más común de evadirlo era negar su posición de indígena, pero
al mismo tiempo se aprovechaban de esta situación ambigua para exigir los
derechos correspondientes de indígenas.
Los
debates instaurados por la historiografía independentista, con respecto al
fervoroso fanatismo religioso de la población indígena no parten de nada
novedoso o diferente a la situación de las demás provincias de la Nueva
Granada, La evangelización es el medio y el arma para el adoctrinamiento
indígena, desde la misma conquista, es el derecho y el deber de la corona
Española, el ser católico no es una opción si se es súbdito del rey[45];
que los indígenas Pastusos sean fieles a la religión y el rey, no es una
explicación a su actitud guerrerista y, queriendo ser más claro, su actitud
defensiva.
Que
los pueblos indígenas fueron manipulados desde los púlpitos para ir contra la
independencia, no es una idea descabellada, pero si es descabellado, mostrarlos
como una simple herramienta del conflicto, no podemos pensar que los indígenas
pastusos dieron su vida a la causa del rey porque lo amaban demasiado, tampoco
que la elite pastusa los manipuló con mentiras para que resistieran ante el
“demonio revolucionario que venía a quitarle sus tierras”, en síntesis el
peligro que significaba la independencia era irreparable para esta población y
sin miedo a equivocarnos, podemos decir que lo que la independencia hizo con
los indígenas es quitar por completo la protección que gozaban dentro del
sistema colonial, poniéndolos a merced de sus eternos enemigos y usurpadores de
sus tierras los “criollos”, que desde mucho antes del grito de independencia en
la Nueva Granada intentaron, desde muchos frentes, eliminar por completo la
figura del resguardo para socavar las tierras, explotarlas y tener a su
disposición la mano de obra barata y casi regalada. Los indígenas sin tierra
dejan de ser indígenas, simplemente se convierten en agregados de las grandes
haciendas, al ser usurpadas sus tierras, se pierde el principal lazo que los
une a su pasado “el Ayllu”[46],
la comunidad desaparece dándole cabida al nuevo régimen económico que los
convierte en “ciudadanos” con deberes pero sin derechos y como tal en
instrumentos del mercado.
[1] López Beltrán Clara. El espacio geográfico y la población colonial.
Tomado de Los Bolivianos en el tiempo. Universidad andina Simón Bolívar. Quito,
1993.
[2] Para una mirada más profunda en el sistema colonial vease...
[3] se entiende identidad republicana como la creación de una nueva
conciencia de nación....
[4] Vease Oscar Almario en el artículo, ”Muchos actores, Varios
conflictos, distintas guerras”. Publicado en
“Independencia de los países Andinos”. Universidad Andina Simón Bolívar.
2004, Donde describe los conflictos regionales como conflictos menores.
[5] Así como existieron realistas criollos, También existieron patriotas
Españoles.
[6] Silva, Olarte, Renan jose,
banco de la republica, bogota, 1988.“prensa y revolución”
[7] OCAMPO LÓPEZ, Javier, “el proceso político, militar y social de la independencia” en JARAMILLO
URIBE, Jaime, ed. Nueva Historia de Colombia, 10 tomos, Bogotá 1989, tomo 2 p.
10
[8] Carlos IV había abdicado a favor de su hijo Fernando, en marzo de
1808, como consecuencia del motín de Aranjuez, promovido por éste; mediante el cual, además se hizo
dimitir al ministro Manuel Godoy, ya bastante odiado por sus muchos abusos y desatinos.
[9] HOBSBAWM, ERIC “la era de la revolución, 1789-1848”EDITORIAL, CRITICA,
MADRID, 1997.
[11] ORTIZ Sergío Elías. “Agustín
Agualongo y su tiempo”, BANCO POPULAR, Bogota, 1974.
[12] AMP, Libro Capitular del Cabildo, Fondo independencia,
[13] Aunque esta fecha se ha puesto en duda por muchos historiadores que no
se han puesto de acuerdo en la fecha exacta de fundación, ni en el adelantado
que la fundo.
[14] Urcunina traduce Montaña de Fuego
[15] para una geografía general de Colombia ver Ernesto Guhl “bosquejo de
su geografía tropical” 2 vols.,1975; F. J. Vergara y Velasco “ nueva geografía
de Colombia” 2 vols.,; para guias geográficas sobre Nariño ver Ignacio Rodríguez Guerrero, “estudios geográficos
sobre el Departamento de Nariño” 1959; Rafael Zarama, “Geografía del
departamento de Nariño” 1927; para profundizar en el medio topográfico del
indígena de Pasto en la colonia ver Luis Fernando Calero “ Pastos, Quillasingas
y Abades, 1535-1700”.
[16] Debido principalmente a que esta cultura se acentúa en este
territorio
[17] GUERRERO, Gustavo. Pag 45.
[18]ZULUAGA, Francisco. “Guerrilla y sociedad en el Patía”, Universidad del
Valle, Cali 1993.
[19] ORTIZ, Sergio Elías, Agustín Agualongo y su tiempo Banco Popular.
Bogotá. 1974. p 28.
[20] Idem. p. 34-34 (citado del archivo municipal de pasto, libro
capitular, año 1809).
[21] MOLLEN, Gaspard Théodore, Viaje por la República de Colombia en 1823,
biblioteca V centenario. Colcultura. Bogotá, 1992. P. 290.
*montañeses se les llamaba a los hijos
de españoles “Blancos de la tierra” que
vivían como campesinos
[22] BASTIDAS URRESTY, Julián, Historia urbana de Pasto. Ediciones
Testimonio. Bogotá. 2000. P. 99.
[23] Según la correspondencia que fluía en la comarca se puede inferir que
de Pasto a Popayán eran 7 días a caballo y a Quito 5 días.
[24] Historia extensa de colombia. Tomo IV Sergío elias otiz
[25] Ramiro, Pavon
Díaz, “La fatídica e incomprendida guerra de Pasto”. Editorial Cultural. Pasto.
1995
[27] Gutierres Ramos, Jairo. “Acción Política y solidaridad en los indios
de la provincia de los Pastos”. Revista
Historia critica. Universidad de los andes. Pág. 10 -37, Bogota. 2007.
[28] Phelan Jhon Leydy. El pueblo y el rey: La revolución comunera en
Colombia 1781. Carlos valencia editores. Bogotá. 1980.
[29] Tecnócrata enviado por los Borbones.
[30] Vease “Agustín Agualongo y su tiempo” de Sergio Elías Ortiz Op.
Cit.
[31] Ibidem.
[32] Para ver estos movimientos ver “Agustín Agualongo y su tiempo” y “HEC”
Sergio Elías Ortiz.
[33] “A los indios se le atribuye como principales autores de la
sublevación pero el desamparo que dejaron esas gentes al teniente, cerrando
unos las puertas de sus casas, abandonándole la tropa que lo acompañaba y no
haber tenido quien lo ayudase a huir, es
clara prueba de no tener la mayor parte
los indios: otros muchos motivos
concurren para desconfiar de lo que se refiere por voz común” Citado por Sergio
Elías Ortiz del Archivo Nacional,
Bogotá. Para atestiguar la duda sobre las autoridades del Cabildo de
Pasto.
[34] Las consignas del movimiento desatado ante los impuestos
exagerados por los Hermanos Clavijo eran
“muerte a los Clavijo”, “abajo el Mal Gobierno” Cita Ortiz Op Cit.
[35] Existe una anécdota frente al asesinato de los Clavijo en Túquerres
citada por Narváez ”se dice que en medio de la revuelta en Túquerres, en la
plaza de mercado se debatía sobre el por qué del levantamiento, Alguien por ahí
dijo que solo faltaba que le pusieran impuestos a los hijos, algún otro
entendió, que ya lo tenía y la noticia se rego por todos los pueblos de indios
por lo que la muchedumbre empezó a llegar de todas partes protestando y causando estragos ante esta
terrible medida que no era más que un rumor”.
[36] Refiriéndome a las leyes de indias en la protección a los
indígenas
[37] Sergio Elías Ortiz op. Cit.
[38] Ibidem.
[39] Expulsados por el Rey Carlos III.
[40] Los indígenas pagaban el tributo con jornadas de aseo, limpieza y
embellecimiento de la ciudad.
[41] Los Carnavales de Blancos y Negros actualmente en Pasto son una
muestra del sincretismo entre lo hispano, lo indígena, lo afro y lo religioso.
[42] CALERO, Luis Fernando “Pastos,
Quillasingas y Abades, 1535-1700”. Banco Popular, Bogotá ,1991.
[43] Mita: Sistema de reclutar trabajo en medio de los indígenas, era
utilizado también por los Incas.
[44] Rodríguez Ramos Jairo. Op. cit. pág. 14.
[45] NO podemos olvidar en este punto, la cantidad de instituciones
policivas para controlar las almas y el
adoctrinamiento de los indígenas.
[46] STERN, Estive, j. “los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la
conquista Española. Alianza Editorial. Madrid. 1986.